En una emotiva intervención en el Senado de la República, Mario Bergara, recordó el medio siglo transcurrido desde el golpe de Estado y la huelga general en Uruguay. Con un enfoque político y destacando la importancia de la memoria histórica, el legislador resaltó los desafíos pendientes y reafirmó el compromiso con la democracia en el país.
Bergara comenzó su discurso rememorando los devastadores efectos del golpe de Estado liderado por Juan María Bordaberry y la junta de comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas. Hizo hincapié en el dolor y las heridas que aún no han sanado por completo, especialmente en relación con la búsqueda de la verdad sobre los desaparecidos y la reparación del daño físico y moral sufrido por las víctimas directas.
El senador cuestionó a aquellos que aún guardan información sobre los desaparecidos y aún siguen negando las atrocidades cometidas durante la dictadura. Destacó la importancia de la verdad en el presente para evitar engaños deliberados y subrayó la necesidad de justicia en un Estado de derecho.
Bergara señaló la responsabilidad del sistema político en fortalecer la democracia y abogó por un gobierno que fomente la participación ciudadana y la deliberación en la resolución de las contradicciones naturales de la sociedad. Además, instó a cada partido político a asumir su propia historia, reconociendo tanto las luces como las sombras, y afrontarla sin buscar un mero perdón vacío.
El legislador resaltó la diferencia entre aquellos que prepararon, instigaron y ejecutaron el golpe de Estado y aquellos que lo denunciaron y se enfrentaron a la dictadura. Mencionó casos como los de Wilson, Seregni y Amílcar Vasconcellos, quienes sufrieron persecución, exilio y prisión por su oposición al régimen, negando rotundamente la teoría de los «dos demonios». Bergara desmintió la idea de que ambos bandos tuvieran responsabilidades equiparables y afirmó que existen sectores de derecha autoritaria en Uruguay que han tenido un rol en el siglo XX.
El senador también hizo referencia al papel de las Fuerzas Armadas en la actualidad, destacando la importancia de que cumplan con honor el rol asignado por la Constitución y las leyes. Sin embargo, planteó interrogantes sobre cuándo las propias Fuerzas Armadas repudiarán a los oficiales golpistas y torturadores, así como la necesidad de enseñar de manera más profunda la historia de la dictadura en la educación.
«el día o la noche en que el olvido estalle
salte en pedazos o crepite /
los recuerdos atroces y los de maravilla
quebrarán los barrotes de fuego
arrastrarán por fin la verdad por el mundo
y esa verdad será que no hay olvido».
Mario Benedetti
En su apasionado discurso, el senador Mario Bergara reafirmó el compromiso de luchar por una sociedad uruguaya libre de dictaduras y terrorismo de Estado. Hizo un llamado a la memoria, a la justicia y a la defensa de los derechos humanos en toda su extensión. Concluyó su intervención citando al reconocido escritor Mario Benedetti y afirmó que la lucha por la democracia en Uruguay debe ser constante.
A continuación transcribimos la intervención completa:
SEÑOR BERGARA.- Señora presidenta: ha pasado medio siglo, medio siglo desde el golpe de Estado liderado por Juan María Bordaberry y la junta de comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas; ha pasado medio siglo del inicio de la heroica huelga general. Mucho se ha escrito, mucho se ha debatido. ¿Por qué? ¿A qué se debe semejante interés? Sin duda, a su enorme actualidad.
El daño a la sociedad uruguaya fue brutal, fue duradero, y las heridas aún no terminan de cerrar. ¡Si quedarán deudas pendientes! La verdad sobre los desaparecidos sigue secuestrada por unos cobardes criminales que tienen información y no la brindan. ¿Cómo puede haber personas que hoy sigan solidarizándose con ellos? ¿Cómo puede haber quienes nieguen tantas atrocidades? La no aparición de los restos es la continuación del crimen que da un presente desgarrador a la dictadura. Pero no es la única herida. ¿Cómo reparar el daño físico y el daño moral de las víctimas directas que sufrieron tortura, prisión, exilio, destitución y tantas formas de persecución? ¿Cómo devolver doce años a las generaciones que crecieron en el terror, la censura, la violencia, el oscurantismo cultural, la falta de libertades y de derechos? ¿Cómo reparar el daño a la ciencia y la tecnología, y a la investigación, que produjo la intervención de la Universidad de la República? ¿Quién devolverá al pueblo uruguayo el saqueo económico de doce años en los que la rebaja salarial, el robo escandaloso de los dictadores y el privilegio de unos pocos, fueron gigantes?
El presente, el presente debe tener memoria basada en estudios, en testimonios documentados, en la literatura y en el arte, en la educación hogareña y en la formal, en los medios, en el discurso político democrático. El presente debe tener verdad para que las nuevas generaciones no sean engañadas deliberadamente con fines de ocultamiento. El presente debe tener justicia, pues corresponde a un Estado de derecho como el nuestro. Estos deberes políticos son parte de una democracia que quiere fortalecerse y tiene sus raíces en estos valores fundantes de su ética.
¿Qué le compete al sistema político?
En primer lugar, por supuesto, gobernar para afianzar y mejorar la democracia que reconquistamos en 1985. No habrá relato histórico que contribuya mejor al Nunca más dictadura que una sociedad que avanza democráticamente, que dirime sus naturales contradicciones mediante la deliberación ciudadana y la participación libre.
En segundo término, cada partido político debería hacerse cargo de su propia historia, tanto colectiva como de sus integrantes, con las luces y las sombras que todos tenemos. Ahora bien, no se trata de un proceso de lavar culpas y de un perdón vacío; hay responsables de preparar, incitar, dar el golpe de Estado y gobernar luego, y están quienes fueron los que denunciaron, enfrentaron y se jugaron contra la dictadura. Wilson reconoció haber cometido errores en muchísimas cosas, pero no fue causante ni propiciador del golpe. Seregni se dolía porque sus esfuerzos desde la izquierda por pacificar el país y sacarlo del camino del creciente autoritarismo no fueron suficientes ni estuvieron exentos de errores. Pero Wilson estuvo exiliado, casi asesinado, proscripto y, finalmente, preso. Y Seregni fue torturado, estuvo casi toda la dictadura en prisión, fue degradado y declarado traidor por su propio ejército. Amílcar Vasconcellos denunció en esta sala, en este Parlamento, en octubre de 1972, un plan elaborado por la cúpula militar para dar el golpe y lo reiteró en febrero de 1973 con una claridad y valentía que hoy todavía estremecen. ¿Son, acaso tan responsables de la dictadura Seregni, Wilson y Vasconcellos como los autores civiles Juan María Bordaberry y Martín Echegoyen, o los generales Gregorio Álvarez, Esteban Cristi y Julio Vadora? ¿Es equiparable el martirologio de trabajadores y estudiantes con sus asesinos y quienes dieron la orden de salir a matar? ¿Son los mismos errores los de la cúpula de la CNT, con José D’Elía, con Gerardo Cuestas, con León Duarte –y tantos otros, que sufrieron todo tipo de vejaciones, incluso, la muerte y la desaparición–, que los horrores cometidos por los oficiales de la OCOA por órdenes de las máximas autoridades del régimen? ¿Será que dos demonios actuaban simétricamente respondiendo golpe a golpe durante doce largos años? ¡Falso de toda falsedad! Se encargó Wilson de dejarlo claro ante el Congreso de Estados Unidos en 1976, diciendo que las propias Fuerzas Armadas habían anunciado la derrota de la subversión a fines de 1972. El golpe no fue por una guerra interna. ¿¡Hasta cuándo se va a seguir encubriendo a la derecha autoritaria uruguaya con raíces que recorren todo el siglo XX!? ¿Acaso no los conocemos?
Tengo todo el respeto por los partidos tradicionales; tengo todo el respeto por sus grandes mayorías democráticas en la historia de los partidos tradicionales, pero fueron la derecha de Aguerrondo, fundador de los Tenientes de Artigas –verdaderos líderes militares del asalto al poder– una década después; la derecha represiva de Pacheco Areco; el sector de Echegoyen, primer presidente del Consejo de Estado que ya había acompañado la dictadura de Terra en los años 30; la Juventud Uruguaya de a Pie, dedicada a agredir estudiantes con palos y cadenas; y el Escuadrón de la muerte, los que actuaron con total impunidad en la época. Fueron algunas directivas empresariales que apoyaron entusiastamente el golpe para terminar con los sindicatos y las propuestas y, con igual entusiasmo, rebajaron los salarios e impusieron el terror en las fábricas. Basta mirar el desarrollo de estas tendencias a lo largo del siglo XX para entender su confluencia cuando la crisis estructural del país y los factores externos de la Guerra Fría llevaron al golpismo como alternativa. Estados Unidos respondió con virulencia a la revolución cubana y reorientó la estrategia de la seguridad nacional hacia el enemigo interno; formó a la nueva oficialidad de Latinoamérica en la contrainsurgencia con los manuales de tortura y guerra sucia y apoyó todas las dictaduras y su Plan Cóndor. Aquellas fuerzas de derecha autoritaria junto a poderosos sectores económicos catalizaron, con la estrategia imperialista norteamericana, para arrasar con cuanta causa democrática y progresista asomara en nuestro continente.
Estamos comprometidos con fuerzas armadas que cumplan, con honor artiguista, el papel asignado por la Constitución y las leyes. Las queremos modernas, profesionalizadas, en total sintonía con nuestro pueblo. Nada de eso está en cuestión; todo lo contrario. Pero, al mismo tiempo, nos preguntamos cuándo serán las propias Fuerzas Armadas las que repudiarán a los oficiales golpistas y a los torturadores, cuándo se homenajeará en los cuarteles a los tantos «seregnis» que estuvieron presos por mantener la dignidad del uniforme militar y defender la Constitución. También nos preguntamos cuándo se profundizará la enseñanza de la brutal historia de la dictadura y sus autores civiles y militares en toda la educación. Estas son algunas asignaturas pendientes para el actual sistema político, sistema democrático. Todos los partidos estamos obligados a ser mejores en materia democrática y a competir entre nosotros para ser más consecuentes con los valores republicanos y la defensa, la promoción y el cumplimiento de los derechos humanos en toda su extensión.
Mario Benedetti decía: […] «el día o la noche en que el olvido estalle
salte en pedazos o crepite /
los recuerdos atroces y los de maravilla
quebrarán los barrotes de fuego
arrastrarán por fin la verdad por el mundo
y esa verdad será que no hay olvido».
Señora presidenta: siento que el presente nos obliga a luchar, a luchar, a luchar toda la vida para que nunca más haya dictadura, para que nunca más haya terrorismo de Estado, para que haya por siempre democracia en el Uruguay.
Muchas gracias.
(Aplausos en la sala y en las barras)